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Mujeres que reverdecen: Leandra Marulanda y su emprendimiento de compostaje
Así fue el reverdecer de Leandra Marulanda, mujer resiliente que ahora emprende con el compostaje
- Leandra Marulanda, oriunda de Armenia, vive desde hace más de 20 años en Bogotá y, aunque sufrió las consecuencias económicas de la pandemia, logró convertirse en una emprendedora con el programa 'Mujeres que Reverdecen'.
- Junto con cinco compañeras del programa, Leandra creó un negocio llamado 'Le Compagine Bio', que provee abono orgánico.
- Al ser parte de 'Mujeres que Reverdecen', Leandra se recuperó emocionalmente y fortaleció a sus compañeras para sacar adelante sus sueños de emprender.
- "Sentí de nuevo alegría por sentirme útil. El cambio lo sentimos en todo sentido: física y anímicamente; fue extremo. Claudia López fue la única alcaldesa que realmente pensó en nosotras, las mujeres", señala Leandra.
Bogotá, 07 de junio de 2023. (@AmbienteBogota). "Reverdecer es una palabra maravillosa, porque significa volver a ser verde después de que el campo estaba seco; significa esperanza y volver a ser. Pero tiene más significado cuando su fin y objetivo es impulsar a una mujer en este país donde, aun sin protagonismo, somos sustento y la fuerza que mueve una sociedad. Somos hijas, madres, hermanas, tías y abuelas que, con programas como ''Mujeres que Reverdecen'' somos empoderadas como luchadoras; y que, al igual que la tierra, el agua, la flora y la fauna, somos sinónimo de vida y resistencia¿.
Cada vez que Leandra Marulanda abre un cuaderno que tiene guardado en uno de los cajones de su casa y lee este fragmento que escribió con su puño y letra, vuelve a sentir la misma emoción que tuvo cuando lo leyó en voz alta, frente a casi 100 mujeres que, como ella, terminaban de cursar la segunda fase del programa 'Mujeres que Reverdecen'.
Dos años atrás, Leandra no se hubiera imaginado que podría estar de pie frente a tantas personas, escuchando, apenas, el eco de su voz firme llenando un auditorio e inspirando a otras mujeres. Aunque siempre se ha caracterizado por tener un carácter fuerte y un espíritu emprendedor, tuvo que vivir momentos complejos por causa de la pandemia del covid 19, de los cuales no sabía cómo recuperarse.
"Llegó el covid. La única que estaba trabajando era una de mis hijas porque los otros se quedaron sin trabajo. Yo peso 55 kilos, llegué a pesar 40 kilos de pensar: '¿mañana qué?' Pues si había para una cosa no había para la otra. Si antes no conseguíamos trabajo, mucho menos en ese entonces. Y aquí en Colombia las mujeres después de los 40 ya somos mayores y no servimos, pues peor¿", comenta.
Leandra nunca había vivido una situación similar. Encerrada en su casa con sus seis hijos; con los servicios del agua, la luz y el gas cortados; y pagando la reconexión de estos cada vez que podía, estaba desesperada por no tener ninguna alternativa.
Por casi cuatro meses tuvieron que sobrevivir con lo que ganaba una de sus hijas en su trabajo. Por suerte, no tenía que pagar arriendo, porque hacía unos años había logrado comprar una casa en el barrio Tierra Buena, en la localidad de Kennedy; y tiempo después, otra de sus hijas logró conseguir un empleo y apoyar a su familia.
Pero Leandra no estaba tranquila. En ese entonces tenía 48 años y sentía que aún tenía mucho para dar; sin embargo, veía que las opciones de empleo para mujeres como ella eran cada vez más limitadas.
Su preocupación no era para menos; Leandra, que nació en Armenia, Quindío, lleva en sus venas un espíritu emprendedor que nunca la deja estar quieta. Siempre se ha movido de un lado a otro buscando nuevas oportunidades, más aún desde que tomó la decisión de vivir en Bogotá.
"Vivo en Bogotá hace 22 años. Era la menor de seis hermanos y tomé la decisión de venir a esta ciudad porque me iba a presentar a la Policía. Pero, aunque presenté todos los papeles y exámenes, nunca logré pasar; siempre me había cuestionado el porqué. Entonces estudié mercadotecnia y empecé a trabajar en este campo. Fui impulsadora de ventas por casi 13 años", explica Leandra.
Emprender para reverdecer
Aunque en Armenia vivía con su mamá, con quien solía ser muy unida, fue ella, precisamente, quien le sembró ese espíritu emprendedor que desafía cualquier circunstancia. "Mi mamá es de Manizales y me enseñó a ser 'echada pa'lante', a ser sincera y a respetar a los demás. De ahí he sacado el impulso para hacer todo lo que he hecho hasta ahora. Ella ya no estaba trabajando y no me podía ayudar con mis estudios profesionales, por eso decidí viajar a Bogotá", agrega Leandra.
Pasar de una ciudad cálida, en la que casi todos se conocían entre sí, a otra en la que el tiempo pareciera correr más rápido y que cada día recibe a cientos de personas de todas partes del país y el mundo fue un reto para Leandra. No obstante, solo le bastaron dos meses para acoplarse a un nuevo ritmo de vida y encontrar su primer empleo.
Tiempo después conoció a quien se convirtió en el papá de sus hijos. Aunque se separaron hace tres años, Leandra encontró en ellos su motivación para seguir trabajando y buscar una casa donde pudieran vivir en tranquilidad.
Leandra siempre soñó con una casa, en lugar de un apartamento. Quería tener la seguridad de que, cada vez que tuviera que salir a trabajar y dejar a sus hijos solos, nadie podría entrar para hacerles daño. Un día, un compañero de trabajo le ofreció un casalote en el barrio Diana Turbay; dijo que se lo podía vender por cuatro millones de pesos.
En medio de una conversación casual con su jefe, Leandra le comentó la propuesta que recibió y que no tenía ese dinero para comprar esa propiedad. "Mi jefe me respondió que si yo lograba sacar los cuatro millones de una máquina dispensadora de cigarrillos que él tenía, me los prestaba. Y yo saqué puras monedas de 200 pesos. Al final conté cuatro millones quinientos mil", relata Leandra.
Con una bolsa repleta de monedas de 200 pesos, que tenía que cargar con demasiado esfuerzo, Leandra fue a cerrar su negocio. "Yo decía: 'bueno, si es para mí todo se dará'", agrega. Finalmente, su compañero no dudó en venderle su casalote, argumentando que "dinero era dinero".
Sin embargo, Leandra y sus hijos nunca olvidarán el día en el que llegaron a su nueva casa. "Fue una anécdota. Mi hija me decía: 'mami, las casas alrededor parecen de pesebre' y yo miraba hacia arriba y veía que cada vez que llovía se deslizaba la tierra", cuenta.
Al ver cómo la tierra se venía prácticamente encima, Leandra, que tenía una sala grande en su nueva casa, adecuó un albergue para ayudar a sus vecinos afectados. Como podía, acomodaba colchonetas en el piso donde las familias podían hospedarse. "Yo nunca había visto algo tan impactante. Ver esas casas, esos derrumbes, ir a buscar entre la tierra y sacar niños¿ es muy duro¿, asegura Leandra.
La situación con el invierno fue tan compleja que Leandra y sus hijos también tuvieron que ser reubicados. Para llegar a la casa que tiene actualmente en Tierra Buena, ella destinó un subsidio de vivienda que tenía aprobado y compró, a ojo cerrado, la casa en el proyecto que había visto. "No había ido antes a verlo; de hecho, no sabía cómo llegar y el conductor del bus me tuvo que guiar. Sin embargo, llegamos y ahora pensaba en todos los gastos de escrituras y demás, y pensaba: 'de algún lado tendré que conseguir'", recuerda.
Una vez instalados en su nuevo hogar, Leandra siguió trabajando y tuvo que ser muy estricta con sus hijos para evitar que salieran de casa cuando ella debía irse. Pero nunca tuvo necesidad de dejarlos encerrados; cada uno sabía que obedecerla y retribuir todo el amor y el esfuerzo que ella les dedicaba era lo más conveniente en un entorno en el que la situación de convivencia era compleja.
Una oportunidad para salir de la incertidumbre
Luego de que la pandemia del covid 19 detuviera por un momento a Leandra y la llenara de incertidumbres por lo que vendría de ahí en adelante, recibió una noticia que cambió su perspectiva y le permitió continuar trabajando por sus hijos.
"Yo dije: 'esto no me puede quedar grande' y un día me llamaron de una Casa de Igualdad de Oportunidades para preguntarme si me podía presentar allá el siguiente día a las nueve de la mañana para participar en un programa de la Alcaldía de Bogotá que se llama 'Mujeres que Reverdecen'", explica Leandra.
Ella no sabía de qué se trataba. Cuando llegó, vio a muchas mujeres reunidas y tenía mucha curiosidad. Finalmente, uno de los instructores del programa le explicó, desde cero, todo lo que tendría que hacer de ahí en adelante.
"Yo no sabía qué era un humedal o un corredor ecológico ni por qué eran tan importantes, pero mi instructor me enseñó todo. Empezamos a hacer prácticas en el humedal La Vaca", precisa Leandra.
A medida que fue pasando el tiempo y Leandra conocía a sus compañeras, comprendió que este programa no solo la había ayudado a ella en un momento difícil, sino que también había transformado la vida de miles de mujeres que habían pasado por situaciones complejas.
"Yo empecé a escuchar tantas historias de mujeres tan vulnerables, que venían del campo, fueron víctimas de la guerra y sufrieron por la violencia. Ahí comprendí que he sido muy afortunada y que las mujeres sí valemos como personas; que no importa si tenemos 40 o 60 años, nada se ha perdido", dice.
La rutina de Leandra cambió por completo. Pasó de estar todos los días en su casa, sin retocar su imagen, a sentir de nuevo las ganas de ponerse sus mejores atuendos y maquillarse para salir a trabajar: "sentí de nuevo alegría por sentirme útil. El cambio lo sentimos en todo sentido: física y anímicamente; fue extremo. Claudia López fue la única alcaldesa que realmente pensó en nosotras, las mujeres", señala.
Nace un nuevo proyecto
En la primera fase del programa 'Mujeres que Reverdecen' Leandra amplió sus conocimientos y aprendió sobre diversas técnicas, entre estas, el compostaje. Esto la llevó a motivar a cinco compañeras para crear un emprendimiento llamado 'Le Compagine Bio' ('La Empresa Orgánica').
Fue así como Leandra se unió con Blanca Rodríguez, Gilma Fiagá, Yasmín Fiagá, Johana Bocanegra y Helena Beltrán para crear su propio negocio y proveer abono orgánico a cultivadores, comerciantes y demás personas que lo requieran.
"Les dije que pasáramos por los conjuntos residenciales para recoger el pasto que podan constantemente. Cada una hicimos una inversión de $120 000 y así adquirimos lo necesario para iniciar como, por ejemplo, una compostera manual", afirma Leandra.
No es un trabajo sencillo. Al contrario, requiere toda la paciencia y la fuerza que tienen estas seis mujeres cuando se unen para trabajar. Todos los días, sin falta, se reúnen en una terraza, donde tienen su compostera, para darle vueltas y vueltas y así preparar el abono.
Blanca explica que, para sacar adelante este proceso, deben picar finamente el pasto con un machete; luego, mezclarlo con cal, gallinaza, melaza y levadura. Luego pasan esta mezcla a la compostera que deben girar con fuerza todos los días. Este proceso les puede tomar hasta tres meses.
"Todas somos madres cabezas de hogar. Queremos seguir aprendiendo y participar en capacitaciones porque nuestra idea es grande. Sabemos que dentro de un año será una gran empresa y estaremos funcionando al 100 %", dice Gilma Fiagá.
Estas seis emprendedoras ya hicieron sus primeras pruebas con el abono que obtuvieron. Lo probaron con unos cultivos de papa y arveja que tienen en la terraza y hasta con unas flores que se estaban marchitando. "Una orquídea ya estaba a punto de morir y prácticamente revivió con este abono", agrega Leandra.
Esta etapa en 'Mujeres que Reverdecen' y, ahora, como emprendedoras, ha llevado a este grupo de mujeres a crecer en todo sentido. Unas tienen más conocimientos teóricos y a otras se les facilitan las labores prácticas. Unas tienen tiempo para dedicar al emprendimiento entre semana y otras trabajan durante el fin de semana. Así logran complementarse a la perfección y aprender cosas nuevas de las demás.
"Gracias a la Secretaría de Ambiente por todos los espacios donde me han permitido participar, porque como mujer he podido aportar. Gracias a este equipo del cual hago parte y donde puedo ser el engranaje perfecto para echar adelante esta rueda. Gracias a los instructores, las compañeras y las mujeres que hoy son parte de este proceso. Hoy podemos decir que somos 'Mujeres que Reverdecen'", concluye Leandra.
¡Por mujeres como Leandra, Bogotá reverdece!
Escrito por: Laura Rodríguez Arévalo